La calma entraba por la ventana de Mariza. Se colaba en el ánimo a través del aire ordenado que desprendían las sabanas y pañuelos recién colgados.
El arte de tender la ropa lo aprendió de su abuela, que nació en la frontera con Portugal, haciendo equilibrismo en una línea imaginaria entre su casa y el país de al lado.
A cada prenda, átale un problema, decía. Cuando lo tiendas, despídete y aspira el aroma a problema olvidado. Se daba la vuelta y continuaba tarareando uno de los fados que había aprendido los domingos en que la vecina lloraba letras porque no podía besar al enamorado.
Mariza respiraba frente a la ropa y todo le olía igual. Olía a su abuela. Que no borraba los problemas, pero colgaba historias. Ordenadas por colores y tamaños, como la ropa que tendía a secar con la brisa del aire ordenado.
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@photoshock_lisboa me ha prestado algunas de sus fotos porque al verlas imagino trocitos de historias. Esta es la primera 💙